martes, 27 de noviembre de 2012

¿Y después del coaching?


Seis, ocho, puede que doce sesiones en tu proceso, entre tres y seis meses asistiendo a las citas con el coach; un tiempo y dinero invertido,  llega el final del acuerdo... ¿Qué ocurre después de todo ésto?

Si alguno de vosotr@s ha tenido un proceso de coaching y  no ha sido el protagonista, lo han engañado. Lo han engañado porque el coaching es independencia, y la independencia se obtiene cuando el coach se centra únicamente en el coachee, incluso por encima de los resultados.

Un cliente que obtiene resultados inmediatos estará encantado, como lo estará el niño al que su padre le hace los deberes en 10 minutos. El padre puede dedicarse a sus asuntos y el niño a los suyos. El coach tampoco es el padre que se sienta con el niño a hacer la tarea, para eso, de alguna manera, esta la figura del mentor. El coach es el padre que invita al niño a que le explique lo que esta haciendo, los resultados que esta obteniendo y le formula preguntas que promuevan diferentes maneras de realizar con éxito la terea. El coach es ese "ignorante" que te pregunta lo que nadie te pregunta, para que seas tú el que des las respuestas y soluciones que nunca has dado. Es quizá por ello el auge del coaching ejecutivo, de la "formación" de managers, del liderazgo…. Las cosas han cambiado, hay nuevos problemas, existen diferentes maneras de solucionarlos, que exigen diferentes habilidades que entrenar.

Tito Vilanova. Entrenador del F.C. Barcelona
Después del coaching no hay hambre por haber tenido pan ayer, es saber pescar; es tener la capacidad de poder llegar a las respuestas de las preguntas que están por venir, es el camino hacia una mayor independencia en la búsqueda de la solución más precisa de los nuevos problemas, no olvides que el coach no te ha solucionado nada, solo has aprendido a solucionarlos por ti mismo, con tus propias recursos.

Estoy hablando de una demanda de proceso cuando  algo no funciona; imagina comenzar cuando todo marcha, cuando simple y únicamente quieres alcanzar tus objetivos… Después del coaching hay más potencial de no fracaso utilizando los propios recursos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

21 de noviembre.

El 21 de noviembre del pasado año publiqué la primera entrada en Edlitam Coaching, hoy es el cumpleaños de la pequeña criatura, de mi pequeño: Mi blog.Un año escribiendo periódicamente sobre Coaching y otros temas relacionados, que personalmente, me está sirviendo para no dejar de pensar en otra forma de ver las cosas.
Simplemente agradeceros las visitas, lo reconozco, si tengo muchas visitas me pongo más contento. Quizá para alguno o alguna de vosotros la lectura de alguna de mis entradas os haya sido útil; posiblemente para mirar lo mismo desde otro ángulo. Lo bueno para mí es que en todos y cada uno de los post he tenido que utilizar diferentes tipos de gafas y eso ha sido realmente enriquecedor, a si que puedo decir que todo el tiempo invertido, que no ha sido poco, ha dado sus frutos.
Es el pimer año de Edlitam Coaching como blog y no pienso parar de escribir... Empecé En mi pequeño piso de Madrid, hoy lo hago desde mi habitación en St Kilda, quien sabe donde celebraré el segundo, el tercer o el décimo cumpleaños, pero sin duda espero hacerlo con el mismo entusiasmo que tengo al escribir en éste 21 de noviembre.

lunes, 12 de noviembre de 2012

El señor Invisible.


¿Si fuese invisible, que haría? Se preguntaba el chico mientras veía pasar a sus vecinos por la calle. Apuraba sus patatas Lays sabor vinagreta pegado al cristal de la ventana de casa. El no se entretenía con la tele, tampoco con el nuevo Ipad de su madre, y aborrecía los deportes... A él lo que le gustaba era simplemente imaginar.
Se imaginaba siguiendo al señor que se acercaba firme, sin apenas expresión y un abrigo antiguo. ¿Cómo sería de pequeño ese señor? No lograba visualizar como sería ese extraño hombre con su edad... ¿A qué jugó cuando era pequeño? Le costaba imaginarlo como a cualquiera de sus compañeros... ¿Alguna vez fue un niño? Tampoco lo visualizaba con los 21 años de su hermano mayor, ni con la edad de su padre...
¿De dónde vendría con esa ropa tan triste? ¿Dónde trabajaba? ¿De qué equipo era? ¿Qué le gustaba hacer los fines de semana?
“El señor invisible”, así decidió definirlo el chico, se detuvo en la marquesina del bus. ¿Esperaba el 1 o el 44? ¿Por qué nadie lo miró cuando llegó? Nadie deparó en su presencia... Quizá el señor era un hombre invisible de verdad y solo él tenía la posibilidad de verlo, se atrevió a fantasear.
No leía, tampoco escuchaba música, no miraba hacia ninguna parte... ¿Alguna vez seré tan aburrido como ese señor?, se preguntó.
Pasó el 44 y no se subió. Ambos cruzaron la mirada... nunca había visto una mirada como la del “señor invisible”. Había visto miradas nerviosas, tímidas, agresivas, cariñosas, divertidas, felices, algunas que incluso no sabía cómo interpretar, pero nunca una mirada tan vacía…  jamás una mirada que no le dijese nada.
¿Y cómo sería doña Invisible? ¿Donde se conocieron? ¿Se acuestan juntos? ¿Tendrán hijos? No creo que tengan hijos, no me imagino a unos niños tan grises, se dijo... ¿Si mi padre fuese así, ¿habría nacido yo invisible? Se imaginaba qué pensarían de él sus padres, sus hijos... y sobre todo que pensaría de él si algún día algún niño con poderes para ver hombres invisibles lo viese...
Se sintió avergonzado de sentirse como un señor invisible. El pobre chico tuvo que cambiar la mirada para salir del mal pensamiento que le recorría.
Pasaron apenas un par de minutos hasta que llego el 1 y aquel tipo se subió al autobús sin que de nuevo nadie lo mirase. Ese corto espacio de tiempo fue suficiente para que el muchacho buscara mil preguntas sobre el señor que acaparaba su atención. Mil preguntas, pero ninguna respuesta; no llegó a imaginarlo haciendo otra cosa que no fuese esperar en aquella marquesina, con su triste ropa, sin un pasado, sin un futuro. Sus miradas se cruzaron por última vez cuando el semáforo se puso en verde.
“¿Qué mira ese maldito niño?”, pensó el señor Invisible. “¿Qué tengo que hacer yo para que nadie, nunca, piense que soy invisible?”, se dijo el niño.


Todos hemos sido niños y hemos visto mayores que nos han despertado alguna impresión. Párate a pensar como te vería hoy en día ese niño que fuiste, y sobre todo haz que admire y se siga sintiendo orgulloso del adulto que eres.