jueves, 26 de abril de 2012

Querida princesa.


En ésta entrada no soy yo quien ha escrito, es un cliente y amigo. Su reflexión me pareció extraordinaria y le pedí que si podía compartirla en el blog y amablemente accedió.
Muchas gracias Raúl, es un placer publicar tus palabras.

El destino es algo caprichoso, surrealista a veces y siempre confuso. Yo hace mucho que lucho por algo que nunca sé si va a llegar… y sin embargo lucho. Eso es la Fe. Nada que ver con la religión ni ritos sectarios. Se trata de una Fe en uno mismo, en la búsqueda de la felicidad, en que siempre puede existir algo mejor, aunque parezca imposible.

Desde ese punto de vista, a veces te encuentras ciego, simplemente andando por un camino que sientes que te lleva pero no sabes a donde. De echo es imposible saber más que el origen de cada camino. El resto, lo vas averiguando según avanzas siempre hacia delante, adentrándote por sendas que a veces no son las más transitadas, pequeñas aventuras que te separan de los “normales”, de los caminantes que solo siguen huellas ya marcadas. Sin embargo, los más valientes, buscan caminos mucho menos transitados porque saben que ahí puede estar la diferencia que les permita acercarse a su verdadera identidad. Y es que, seguramente, la felicidad solo se puede encontrar en estos caminos, sendas individuales, que solo valen a un único caminante.

Así empieza casi todo en la vida, como un nuevo camino que se nos presenta. Y muchas veces parece menos iluminado, con más baches y mucho menos claro que en el que estamos… Y por eso se hace tan difícil cambiar de ruta. Y por eso los valientes son pequeños anónimos a los que todos envidiamos porque en algún momento de su vida decidieron salirse de lo marcado y encontraron una ruta donde la única brújula que marcaba el Norte estaba en su alma, solo en su alma. Esos son los valientes de espíritu. Los verdaderos felices y ricos espiritualmente. Aquellos que han sabido buscar, que han luchado por encontrar y que siempre han dado un paso más de lo que se esperaba de ellos, sin importarles la dirección o la popularidad del paso.

El amor, como parte de la vida, no se diferencia de esta filosofía. Pocos son los que realmente luchan por sacarle todo el jugo a ese sentimiento tan maravilloso. También son valientes los que lo dan todo, muchas veces sin recibir lo mismo, por aquello a lo que aman. Al fin y al cabo, no debemos amar el final del camino, sino el camino en si mismo. Cada paso nos aporta cosas porque es el paso que estamos dando en ese momento. Es nuestro presente y debemos amarlo, sentirlo y exprimirlo. Cada segundo es una oportunidad de saborear una sensación. Cada beso, cada mirada, cada risa, son oportunidades únicas porque caducan inmediatamente. Nunca sabemos donde acabará nuestro camino, solo sabemos donde estamos en cada momento y hacia donde vamos. Si ni siquiera podemos asegurar llegar, ¿por qué nos cuesta tanto centrarnos en lo único que nos puede dar felicidad? El momento. El presente.

La mayoría de la gente normal vive visualizando el objetivo, el fin de la ruta. Eso puede ser muy positivo como herramienta para echar a andar, pero puede ser muy peligroso ya que nos puede cegar ante la realidad y podemos olvidar respirar y sentir cada segundo. El amor debe ser también así. Se debe amar siempre, por costumbre y a todo y todos. Lo que no amamos es seguramente porque no lo comprendemos. Y es que, el ser humano normal es egoísta, desconfiado y miserable. Lo que no comprende lo aleja de sí. Lo que le asusta, lo convierte en odio, lo que no controla, lo convierte en su enemigo.

El amor no va en esa dirección. El verdadero amor no entiende la palabra “egoísmo”. El amor no juzga, solo se entrega. Es parte del camino, es el motor, la gasolina y las ruedas que nos permiten seguir avanzando. El amor es lo que nos hace detenernos a cada instante y saborear un paisaje, un olor, una sensación… y al mismo tiempo es el mismo paisaje, el olor y la sensación. El amor es el continente y a su vez el contenido. Lo es todo porque es la parte más importante del fin y del propio camino.

Por eso jamás alcanzaran la felicidad, jamás vislumbrarán el fin de ese maravilloso camino, los que no se den cuenta de que el fin no importa, por muy maravilloso que parezca porque lo único importante es el camino en si mismo y no cualquier camino, nuestro camino. El único que nos vale y que nos supone arriesgar y sufrir por seguir andando cada minuto. El camino que está marcado en cada corazón y que la mayoría tapamos con excusas para no poder verlo porque nos asusta. El camino que los cobardes evitan y que los valientes mueren por seguir. El camino en que cada paso te acerca y al mismo tiempo te da… amor y felicidad.

El fin del camino, nuestro objetivo, es caminar... siempre caminar.


Raúl 5-3-2012

domingo, 22 de abril de 2012

Mi maratón.



Mi forma de afrontar la vida cambió el día que corrí la maratón de Madrid en 2009, aunque para ser exactos, realmente empezó a cambiar en el momento que decidí que correría esa maratón. Al final, puedo afirmar que este acontecimiento marcó un antes y un después en mi vida.

Había mil razones para correrla, desde el gusanillo de probar la distancia, por la superación, y pasando por el hecho de que todo deportista debe correrla alguna vez en su vida; para cualquier deportista no profesional correrla es una forma de ver la vida a través de la ventana del nada es imposible, es salud física y mental. No se me ocurre mejor homenaje para mi abuela que dedicarle el aconteciendo deportivo de mi vida.

Lo primero de todo fue definir mi objetivo: me propuse terminar la maratón de Madrid en menos de 3 horas. ¿Cómo hacerlo? Disfrutando de cada entrenamiento y con la mente puesta en ese domingo de abril, en el Retiro, levantando los brazos con mi camiseta especial.

Rodajes de más de 2 horas en solitario, saliendo de clase rapidísimo para entrenar con la luz del día en la Casa de Campo y lágrimas en los ojos en más de un entrenamiento fantaseando con el momento de cruzar la meta fueron parte del entrenamiento. ¡Qué importante era visualizar ese momento! La incertidumbre desapareció.
Tras muchos kilómetros y todos los preparativos especiales que recuerdo con gran cariño por fin llegó esa fresca y lluviosa mañana de abril. Estábamos todos los corredores, tú y yo.



Sentí mucho orgullo al pasearte por la Castellana, por la Gran Vía, por la Puerta del Sol, la calle Mayor y el Palacio Real… la gente nos aplaudía. Madrid estaba volcado con las cerca de 15.000 almas que buscábamos sentirnos un poco menos pequeños haciendo algo grande.
Es curioso: tú, en silla de ruedas, y sin embargo corriendo a 4 el mil por las más populares calles de esta preciosa ciudad. Sin coches; sólo una marea de personas con el característico sonido del impacto de decenas de zapatillas en el asfalto.
¡Cómo disfruté durante todo el recorrido! ¡Como sufrí en la cuesta de Alfonso XII y Alcalá! Pero de repente… ¡La entrada al Retiro! ¡Sólo faltaban 200 metros y el objetivo estaría conseguido! Menos de tres horas y con más de cinco minutos de margen. Recuerdo ese paseo como un sueño, como si de una película se tratase. Muchos corredores, mucha gente aplaudiendo, cámaras, voluntarios… pero en ese momento se paró el mundo. Lloré, igual que estoy llorando ahora al escribirlo. Levanté bien mi camiseta para que se viese bien el “Te quiero yaya” En ese preciso instante encontré la sensación de felicidad absoluta y disfruté del mejor momento de mi vida.

Recuerdo del día siguiente que apenas podía andar, pero lo recuerdo como el más maravilloso de los dolores. Sin duda, no me importaría volver a tenerlos; se que volveré a correr una maratón.

No puedo olvidar cuando te llevé las fotos… tú las veías al revés, pero te reconociste en la foto de la camiseta; esa foto era de antes de que esa maldita enfermedad se uniese a nosotros. Meses después te marchaste pero solo tengo que cerrar los ojos para contagiarme de toda tu energía.

Corrí la maratón de Madrid, lo hice en menos de 3 horas y además disfruté entrenándola. Desde ese momento sé que puedo conseguir cualquier cosa, porque descubrí mí mejor versión. Se que si soy capaz de sentir la meta y trazar un camino, solo tengo dar un paso tras otro para cruzarla. El “sufrimiento” fue de minutos, pero correr la maratón de Madrid con 24 años y dedicártela es algo que queda para nuestra eternidad.

Ahora me dedico a que las personas puedan descubrir su mejor versión, a que “corran su maratón particular” del día a día; a que puedan sentir lo que sentí yo al cruzar la meta.
Apliqué un proceso de coaching sin saber bien lo que era; ahora soy un profesional de ello y creo que el deporte es algo más mental que físico; es salud.
Quien ha corrido una maratón sabe que hay un antes y un después. Ánimo a todos los que serán héroes por primera vez y como no también a los que buscan su penúltimo momento de gloria.

En el Minuto 2:24 aparece mi llegada.

viernes, 20 de abril de 2012

¿Como entrenar mi cabeza para disfrutar corriendo una maratón?


Muchas veces he oído que para terminar una maratón hay que entrenar mucho el coco, que esta todo en la cabeza... yo discrepo; para correr una maratón el que manda es el músculo, para disfrutar una maratón se utiliza el físico, pero en mayor medida la mente. Creo también que lo "psicológico" es más necesario para entrenarla que para el día de lanzarse a correr esos más de 42 kilómetros. Para ganarla me gustaría saber lo que dice el gran Chema Martinez. 

Chema Martinez ganando la
maratón de Madrid de 2008
Cuando digo como entrenar mi mente para correrla, hablo de terminarla sin andar, sin pararme, independientemente de la marca. También añado que lo escribo desde el punto de vista de una persona que hace deporte habitualmente y va a ser su primera vez en la distancia.

En primer lugar, preguntarte por qué y para qué la corres, ¿qué te motiva a hacerlo? Yo buscaría mil razones para correrla y cuanto más intrínsecas sean mejor. Interioriza todas las emociones que puedas, porque serán estas las que te saquen a correr el día que menos te apetezca.
Es tremendamente importante la visualización. Es fundamental verte cruzando la meta por debajo del tiempo que has fijado, con todas las sensaciones que quieras, ¡busca ese momento en tu mente y disfrútalo! Hazlo incluso en los entrenamientos.
Te invito a que corras por algo que te motive especialmente, por encima de todas las motivaciones y que haga de tu maratón algo especial, íntimo. Puede ser una dedicatoria, una apuesta, un deseo desde pequeño, vencer una circunstancia o como un asunto benéfico, sea lo que sea, que este siempre en tu cabeza, casi de forma obsesiva y que te haga sentirte pleno cuando lo consigas.

Fundamental plantearla con tiempo, si no en vez de disfrutar entrenando, lo que obtendrás es una sensación de que “te ha pillado el toro”, ¡vamos! un poco más de estrés en tu vida. Con esto también ganas margen ante los contratiempos, no dudes que los habrá. Con 9–12 meses de planificación, que no tiene por que ser totalmente especifica para la maratón, pero si debe estar en tu mente por lo menos en ese margen de tiempo.
Calma y paciencia con las lesiones, sobre todo si están lejos del día M. Seguramente ganes con la obligación de parar, yo incluso me daría un día más de recuperación. Es importante para tu cabeza que tus piernas lleguen sin molestias, si no correrás con la “mochila del estrés”.
¿Por qué no buscar el apoyo y complicidad de los tuyos? Competir en una maratón es algo entrañable y cuanta más gente de tu entorno sepa lo importante que es para ti, mayor será el apoyo. Te animo a que la gente de tu entorno sea cómplice de tu hazaña.

Haile Gebresselasie: Atleta de eterna sonrisa.
Respira maratón, busca videos de las grandes citas, de los grandes nombres como: Zatopek, Bikila o Gebresselasie. Pon banda sonora a tu maratón y entrena con música en esos largos rodajes. Inunda tus sentidos de la necesidad de hacer algo grande con la fortaleza cuerpo-mente.

Es difícil entrenarla en compañía, pero es aconsejable entrenar con otras personas. Los ritmos son mayores sin darte cuenta, ya que tu mente se aleja del sufrimiento. Cuando yo preparé mi maratón lo hice entrenando siempre solo, lo cual considero un error. Las mejoras más notables que he tenido han sido entrenando en grupo.

Llegado el día, tu gran día, es importante que aunque puede que haya decenas de miles de personas, te sientas el protagonista del evento, como que ha sido organizado para que tú tengas tu momento de gloria. Siéntete jodidamente grande; sólo un pequeño porcentaje de la población es capaz de vivir esta experiencia vital.
Disfruta con la salida, habla con los corredores en la prueba, aprovecha la sensación de correr por una gran ciudad tomada por unos locos como tú. Si eres capaz de sentirte afortunado de cada zancada que le estás dando a tu maratón, con optimismo y sabiendo con certeza que lo vas a logar, el camino a la meta será un paseo triunfal.
¿Y los famosos muros? Seguramente los tendrás, pero pueden aparecer en cualquier momento no solo en el 35, si bien es cierto que en este kilómetro es más probable ¿Y si los tomas como el dulce sufrimiento que hace más grande la gloria? Ten optimismo, seguro que lo vas a conseguir, en este momento es cuando tienes que recurrir a tu ancla. El bajón físico es pasajero y se olvida en los últimos 195 metros que son de emoción, el orgullo de terminar es eterno.

En el siguiente post que publicaré el domingo, hablaré sobre la experiencia de mí maratón. La corrí el año 2009 en Madrid. 



domingo, 15 de abril de 2012

Dulces y necesarias malas épocas…


Día complicado para publicar esta entrada pero debemos saber que siempre podemos salir adelante...

Todo en la vida son ciclos: noche y día, alegría y tristeza, crisis y bonanza, Real Madrid y Barça...

Una caída, desengaño, mala época, un golpe, puede significar la puesta en marcha de una subida espectacular, de inventar un objetivo que ni habíamos planteado puesto que estábamos o creíamos estar en una situación ideal maravillosa, o simplemente no estábamos lo suficiente mal para poner un remedio.

Es muy importante mirar ese mal momento con unas gafas de realismo absoluto, aceptar la situación (que no es resignarse), escuchar lo que sientes sin ningún juicio y analizar las causas de por qué estamos así. Siempre hay algo que se ha hecho bien, también mal y por supuesto algo que no has hecho. No es mala idea colocarte en el centro de todos los acontecimientos, al fin y al cabo eres tú quien tiene que salir de las consecuencias de éstos. No te fustigues ni caigas en el fácil victimismo.


Los antiguos Persas cuando moría el rey declaraban 5 días de anarquía. En esos 5 días se producían toda clase de crímenes y delitos. Se generaba un caos tal, que hacía que la población desease  tener de nuevo un gobierno.

El caballero del zodiaco Fenix; Ave Fenix
Estando ya bien abajo solo se puede mirar hacia arriba. ¿Para qué quiero estar bien? Esto es todo un activador.
Actúa con optimismo, imagina qué vas a hacer para salir de esta difícil situación (pasajera sin duda) y recuerda que todo son ciclos. ¿No es cierto que siempre amanece? Actuar desde el fondo puede ser algo magnifico ya que no hay nada que perder, todo el porvenir es ganancial. Disfruta de tu momento de bajón, hazlo algo íntimo, eso hará más grande tu éxito.

Conozco a muchas personas que se niegan a intimar con su tristeza, creo que es un gran error. Sin la complicidad de la tristeza se habitúan a la queja; a esa distimia, a esa resignación. Acepta tu peor momento y haz que sea el punto critico para empezar el cambio. Realmente tener una mala época puede ser maravilloso ¿Cuántas cosas geniales te han sucedido después de una mala racha? Sin esos malos momentos ¿Hubiesen ocurrido?

Puedo decir que las etapas más dulces, las mejores épocas de mi vida han ocurrido porque algo desagradable sucedió antes. Es cierto que sentí y siento tristeza, que tuve momentos de crisis, pero gracias a ello me vi obligado a dar un nuevo rumbo a mi destino; de buscar algo mejor; sin esos sinsabores nunca hubiese tenido la necesidad de evolucionar.
Benditos momentos tristes!

sábado, 14 de abril de 2012

Pepe



Por esos momentos divertidos en la piscina, por ese buen humor por ese afecto, por esos ánimos, por esas vaciladas, por hablarme de tu niña, por esos calentones en las manos haciendo ejercicios isométricos, por esos viajes a los triatlones, por tus preguntas de cómo hacer esto o lo otro y por ser tan jodidamente bueno gracias Pepe.

Recuerdo cuando nos fuimos al triatlón de Alcazar en tu Megane. Tu siempre tan servicial. Recuerdo que me esperaste hasta las 2 de la tarde a mas de 40 grados para que yo no me volviese sin mi trofeo de sexto clasificado. Sin una mala cara me decías: “Que no nos vamos sin tu copa y sin tus doce euros!”.
Te recuerdo con tu bañador de España y tus tatuajes y liándola con Tormento con ese patriotismo tuyo…
Te fuiste del club como tantos otros y me dió mucha pena, pero me producía gran alegría verte por los triatlones; recuerdo las risas de Fuente Álamo y verte sobre tu “pepino” de Ridley.
Sin duda eras una de esas personas que me motivaba a entrenar en equipo, ahí en tu calle 2 aprovechando la minima para vacilarme… Que grande Pepe!

No se que habrá después de esta vida pero si hay algún sitio bueno no dudo que tu estas ahí. Gracias Pepe por hacer grandes esas largas tardes de entreno.

D.E.P. Compañero y amigo.

lunes, 9 de abril de 2012

¿Un coach o un psicólogo?


He oído muchas veces la pregunta: ¿cuándo visitar a un coach y cuándo un psicólogo?

Voy a hacer la comparativa entre un coach personal (life coaching) y un psicólogo clínico.
Voy a mantener al margen el coaching ejecutivo, el de equipos y todas las formas de aplicar la psicología en el trabajo, por lo extendido que sería este post.

Buscando crecimiento personal, consecución de objetivos y siempre que no haya una patología ni un problema demasiado disfuncional, creo que la figura del coach es la mejor opción, ya que se trata de potenciar a la persona.
Si tenemos una patología o comportamientos disfuncionales que impida llevar una vida cotidiana habitual, no hay posibilidad de decisión; es el psicólogo y no el coach el que debe intervenir.

Las personas tenemos una línea de estabilidad, con un cierto margen. Esa línea es la que trazamos cuando nuestro comportamiento cotidiano entra dentro de las pautas de la normalidad, podemos realizarnos como personas. Cuando se está por debajo de esa línea, es decir, cuando nuestro comportamiento nos impide hacer con normalidad nuestra vida habitual, por la circunstancia que sea, es ahí donde el psicólogo debe intervenir.
Si estamos dentro de esa línea normal, pero queremos salirnos de ella para lograr un objetivo, o simplemente no sabemos como afrontar un obstáculo que nos dificulta seguir en ella, es más recomendable la ayuda de un coach.

La figura del psicólogo-coach es la más útil en cualquiera de los casos. Estos profesionales son expertos en ambas de las situaciones y pueden operar con herramientas del coaching en las terapias y utilizar los recursos de la psicología en sus sesiones.

Los coachs personales sin formación como psicólogos deberían tener especial cuidado en abordar ciertas situaciones de tipo desadaptativo que sus coachees les plantean, ya que pueden carecer de recursos para tratarlas y avivar el fuego del problema. En ambos casos, se trata de que el cliente adquiera habilidades e independencia para continuar con su proyecto de vida, por lo tanto, los dos tienen que trabajar la independencia del cliente. Es éste quien tiene más protagonismo en el proceso de coaching respecto a la terapia. El coach es el que tiene las preguntas y el coachee las respuestas. El coaching se acerca al modelo psicológico más humanista.

En resumen, el coaching es recomendado para el crecimiento personal, consecución de objetivos, terapia para los procesos patológicos y modificación de conducta desadaptativa. Psicología para estar o volver a estar bien, coaching para estar mejor. Psicólogo-coach para ambos casos.

Esto es solo una opinión personal, viéndolo con las gafas de psicólogo y coach que soy. Es una opinión muy vaga, mi intención en este post es únicamente orientar con mi opinión a las personas que dudan sobre los diferentes campos de actuación de ambos profesionales. Reitero mi opinión de que la mejor opción es un psicólogo-coach a no ser que se trate de una psicopatología muy severa que deba ser tratada por un terapeuta especialista en el campo.

Estaré encantado de ser mas específico si alguien me plantea su duda por medio de un correo electrónico.