Había un hombre que al ir a trabajar, pasaba siempre por delante
de una tienda. En la puerta del comercio no había día que no estuviese un
hombre sentado en una silla con su perro al lado. Siempre que este señor iba al
trabajo le llamaba la atención que el perro estuviese ladrando, como si el perro
se estuviese quejando; Oía estos ladridos día tras día; con nieve o con sol, a
la ida y a la vuelta del trabajo.
Pasaron un par de años hasta que un buen día el señor se
paró delante de la tienda; cuando estaba enfrente del hombre del perro, le
saludo y le preguntó:
§
¿Qué le pasa a su perro?
§
El hombre sorprendido dijo: Nada.
§
¿Como que nada?, si siempre que paso el perro
está ladrando; como quejándose.
§ Sin sorprenderse, el señor de la puerta de la
tienda añadió: Ah sí, es cierto, ladra porque está encima de de un clavo.
§ Tras esta respuesta; el viandante confundido
dijo: Oiga, ¿y por qué no se levanta del clavo?
§ El dueño del perro suspiró y de forma relajada contestó:
Mire, no se levanta porque le duele lo suficiente para quejarse, pero no para moverse…
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