En ésta entrada no soy yo quien ha escrito, es un
cliente y amigo. Su reflexión me pareció extraordinaria y le pedí que si podía
compartirla en el blog y amablemente accedió.
Muchas gracias Raúl, es un placer publicar tus palabras.
El destino es algo caprichoso, surrealista a veces y siempre
confuso. Yo hace mucho que lucho por algo que nunca sé si va a llegar… y sin
embargo lucho. Eso es la Fe.
Nada que ver con la religión ni ritos sectarios. Se trata de
una Fe en uno mismo, en la búsqueda de la felicidad, en que siempre puede
existir algo mejor, aunque parezca imposible.
Desde ese punto de vista, a veces te encuentras ciego,
simplemente andando por un camino que sientes que te lleva pero no sabes a donde.
De echo es imposible saber más que el origen de cada camino. El resto, lo vas
averiguando según avanzas siempre hacia delante, adentrándote por sendas que a
veces no son las más transitadas, pequeñas aventuras que te separan de los
“normales”, de los caminantes que solo siguen huellas ya marcadas. Sin embargo,
los más valientes, buscan caminos mucho menos transitados porque saben que ahí
puede estar la diferencia que les permita acercarse a su verdadera identidad. Y
es que, seguramente, la felicidad solo se puede encontrar en estos caminos,
sendas individuales, que solo valen a un único caminante.
Así empieza casi todo en la vida, como un nuevo camino que
se nos presenta. Y muchas veces parece menos iluminado, con más baches y mucho
menos claro que en el que estamos… Y por eso se hace tan difícil cambiar de
ruta. Y por eso los valientes son pequeños anónimos a los que todos envidiamos
porque en algún momento de su vida decidieron salirse de lo marcado y
encontraron una ruta donde la única brújula que marcaba el Norte estaba en su
alma, solo en su alma. Esos son los valientes de espíritu. Los verdaderos
felices y ricos espiritualmente. Aquellos que han sabido buscar, que han
luchado por encontrar y que siempre han dado un paso más de lo que se esperaba de
ellos, sin importarles la dirección o la popularidad del paso.
El amor, como parte de la vida, no se diferencia de esta
filosofía. Pocos son los que realmente luchan por sacarle todo el jugo a ese
sentimiento tan maravilloso. También son valientes los que lo dan todo, muchas
veces sin recibir lo mismo, por aquello a lo que aman. Al fin y al cabo, no
debemos amar el final del camino, sino el camino en si mismo. Cada paso nos
aporta cosas porque es el paso que estamos dando en ese momento. Es nuestro
presente y debemos amarlo, sentirlo y exprimirlo. Cada segundo es una
oportunidad de saborear una sensación. Cada beso, cada mirada, cada risa, son
oportunidades únicas porque caducan inmediatamente. Nunca sabemos donde acabará
nuestro camino, solo sabemos donde estamos en cada momento y hacia donde vamos.
Si ni siquiera podemos asegurar llegar, ¿por qué nos cuesta tanto centrarnos en
lo único que nos puede dar felicidad? El momento. El presente.
La mayoría de la gente normal vive visualizando el objetivo,
el fin de la ruta. Eso puede ser muy positivo como herramienta para echar a
andar, pero puede ser muy peligroso ya que nos puede cegar ante la realidad y
podemos olvidar respirar y sentir cada segundo. El amor debe ser también así.
Se debe amar siempre, por costumbre y a todo y todos. Lo que no amamos es
seguramente porque no lo comprendemos. Y es que, el ser humano normal es
egoísta, desconfiado y miserable. Lo que no comprende lo aleja de sí. Lo que le
asusta, lo convierte en odio, lo que no controla, lo convierte en su enemigo.
El amor no va en esa dirección. El verdadero amor no
entiende la palabra “egoísmo”. El amor no juzga, solo se entrega. Es parte del
camino, es el motor, la gasolina y las ruedas que nos permiten seguir
avanzando. El amor es lo que nos hace detenernos a cada instante y saborear un
paisaje, un olor, una sensación… y al mismo tiempo es el mismo paisaje, el olor
y la sensación. El amor es el continente y a su vez el contenido. Lo es todo
porque es la parte más importante del fin y del propio camino.
Por eso jamás alcanzaran la felicidad, jamás vislumbrarán el
fin de ese maravilloso camino, los que no se den cuenta de que el fin no
importa, por muy maravilloso que parezca porque lo único importante es el
camino en si mismo y no cualquier camino, nuestro camino. El único que nos vale
y que nos supone arriesgar y sufrir por seguir andando cada minuto. El camino
que está marcado en cada corazón y que la mayoría tapamos con excusas para no
poder verlo porque nos asusta. El camino que los cobardes evitan y que los
valientes mueren por seguir. El camino en que cada paso te acerca y al mismo
tiempo te da… amor y felicidad.
Raúl 5-3-2012