Miedo... ¿a qué?
No es miedo a lo desconocido, lo desconocido es
maravilloso si se mira desde otro lado, no es miedo al fracaso, el fracaso es
aprendizaje si lo miro desde el futuro...
Es miedo a que un día moriré… ¿Quién sabe con
cuantos años, dónde con quién o cómo...? Miedo a que pase el tiempo y que todos
los malditos años sean iguales, que todos los otoños sean en Madrid, que los
inviernos de Campillo sean igual de tristes, que los paseos de primavera sean
siempre pensando en la misma locura y que las puestas de sol de verano no me
hagan sentir que puedo conseguir cualquier cosa.
No es miedo, es ansiedad, al pensar que solo tengo
una vida, de pensar cuanto tiempo he malgastado en hacer lo que estaba bien y
que poco he utilizado en hacer locuras... pequeñas locuras, grandes locuras...
cuanto tiempo debería haber malgastado en actuar y no en malpensar... Temor a
no conocer, a no soñar, a no reír, a no sorprenderme, a no recordar que pensaba
que era inalcanzable, a no caer, a no sentir ese raro sabor amargo de haberme
equivocado.
El miedo es a no sentirme mal cuando el dolor se
detenga delante de mi, miedo a resignarme cuando la primera complicación me
ponga a prueba. Terror de perder el criterio o de no evolucionarlo. Miedo a
darle el valor a las circunstancias y no al propio objetivo, pánico a no creer
en mi propio potencial porque lo que llaman “miedo” lo ha diluido...
El doble de 27 son más de 50... Siento algo parecido
al miedo cuando me pregunto: ¿Qué será de mi cuando tenga 50? ¿Conoceré
el doble que conozco ahora? ¿Qué pensaré de mi mismo? ¿Qué recordare de ese
chico que se iba a escribir en su tablet por las cafeterías, parques y otros
lugares de Madrid? Tengo miedo a recordar a ese chico con envidia y melancolía...
El miedo es por pensar deprisa
y vivir despacio, el miedo es por querer y no saber, es por saber y no poder,
es por poder y no querer...
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